Hace poco tuve el placer de ser jurado de tesis de una alumna de la Universidad de Buenos Aires que hizo una tesis en la que evaluaba el grado o nivel de contención a la hora de utilizar palabras malsonantes para traducir términos como fuck. Llegó a establecer distintas gradaciones y a sacar conclusiones bien argumentadas sobre que, efectivamente, en muchos casos había contención o pérdidas de significado demostrables a la hora de traducir esas expresiones.
En cambio, por una cuestión de falta de tiempo y también de pruebas, no pudo profundizar en los motivos por los que sucede esto. En el jurado llegamos a la conclusión de que es realmente difícil averiguar si el culpable es el traductor, si se hace por costumbre o por órdenes de arriba, pero esa contención es una realidad y algo en lo que hay que trabajar de cara a evitar que siga ocurriendo en el futuro.
En definitiva, hay que aprender a blasfemar como Dios manda, no vaya a ser que alguna vez te llegue un fuck o fucking de esos y no sepas bien qué poner. ![]()