¡Buenas! Me pareció muy interesante la clase sobre amar la lengua materna, y la otra cara del mandamiento: en lo posible, no aceptar encargos de traducción inversa, o hacerlo tomando las precauciones necesarias. Me dejó pensando el buen artículo de Pablo sobre este tema.
En la mayoría de las facultades se enseñan ambos tipos de traducciones, casi por igual. Está bien que así sea. Uno nunca sabe qué le espera en la vida profesional. Es bueno aclararlo: las materias de traducción inversa no son un mero estorbo que hay que pasar rápido y ya. Son necesarias.
Seguramente, aunque pongas en todos tus perfiles y currículum que hacés traducción directa, te llegarán inversas tarde o temprano. De hecho, yo creo que pasa mucho al principio, con esos primeros encargos pequeños. Mientras uno empieza a investigar como contactar con agencias extranjeras y se prepara para aprender a comunicarse con ellos, cobrarles y todo el rollo, llega el whatsapp de un hijo de vecino que necesita traducir su texto al inglés para mañana. Listo: tu primer encargo es de traducción inversa. Y probablemente te pase varias veces más.
Mi primera experiencia profesional olvidable fue traducir al inglés un manual de una conocida empresa argentina de transporte. Creo que no dormí en un mes. Cometí todos los errores juntos. Acepté sin pensarlo, antes de mirar el documento. Estaba sin tiempo y el encargo era eterno y, obvio, urgente. No era de mi área y no comprendía el sentido del texto ni en español. Lo cobré a mitad de precio porque —atención— el dueño era cuñado de una conocida mía (?). Fue gracias a la ayuda de varias buenas personas que logré entregarlo en tiempo y forma. Alerta, spoiler: cuando me llamaron por segunda vez, también sin pensar dije que no.
Varias veces más tomé encargos de traducción inversa. Pensaba que era mi trabajo y que si estudié para eso me correspondía aceptarlo. Que algún día lograrían el mismo nivel que mis traducciones al español.
La verdad es que nunca tuve un problema con un cliente y me quedé casi conforme con el resultado final . Pero, en todos los casos, este tipo de encargo me quitó horas de sueño, me hizo trabajar el triple y me puso de los pelos. No fue rentable para mi salud mental ni para mi billetera. Recuerdo que le pedía a una amiga nativa canadiense que revisara mis traducciones, pero lo hacía con muchísima vergüenza y le pedía que por favor jamás se lo contara a nadie. Años después, mejor informada, caí en que pedir una revisión no solo no era motivo de vergüenza, sino que estaba haciendo exactamente lo que había que hacer.
Como bien explicaste, Pablo, en las primeras unidades, creo que la autoconfianza lo es todo para el traductor novato. Estas experiencias pueden tirar nuestra seguridad por tierra y son innecesarias. Es cierto que podemos leer sobre traducción además de aprender la teoría que nos enseñan, y así mantenernos informados sobre el mundo profesional. Pero si uno estudia cinco años una carrera, espera que allí le cuenten temas fundamentales de la profesión, por ejemplo, a un futuro traductor, qué traducir y qué no. ¿Cómo puede ser que nadie lo mencione?
Mi idea no es arrojar aquí una queja al aire, sino que me he quedado con el asunto dando vueltas y me parece un enigma. En conclusión, me intriga por qué el conflicto de la traducción inversa es un tema tabú en muchas casas de estudio de traductores. ¿Será por miedo a que si lo charlamos en el aula, pueda resultar contraproducente para el desempeño de los alumnos en estas materias? ¿O es solo un tema más de esa lista de consejos prácticos para la vida profesional que brilla por su ausencia en muchas universidades?